El virus: la continuidad o la ruptura
- Cecilia Toro
- 7 abr 2020
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 25 jun 2021
Por: Cecilia Toro
Abogada por la Universidad de Salta (Argentina).

A las 0,00 del día 20 de marzo el sonido espectral de una sirena, reservado sólo para ocasiones extraordinarias, marcaba el inicio en mi ciudad en particular y en el país en general, de la denominada cuarentena obligatoria o, para ser más técnica, del Aislamiento Social Obligatorio dictado por el gobierno argentino. Ya desde el mes de diciembre, al menos en mi memoria, se sabía de un virus que provocaba síntomas gripales y que cundía en China. Ante su avance desmedido desde un lugar llamado Wuhan, donde en teoría se originó el denominado COVID-19, el gobierno oriental había adoptado medidas similares a las que hasta no hace mucho se veían en las películas de Hollywood. Las ciudades superpobladas de China, aparecían en los noticieros, desiertas. Ese escenario era tan alejado de este lado del planeta que, seguía los acontecimientos, como quien sigue una serie de televisión. Aquí, esas escenas eran simplemente imposibles. La China queda al otro lado del planeta. Muy lejos de aquí, del sur del hemisferio sur.
Sin embargo, olvidaba, en mi autocreada concepción de seguridad, que el siglo XXI es el siglo de la aldea global, resultaba consecuente entonces que se empezaran a reportar casos en Alemania, Francia, Suiza, Holanda, Australia, Japón, Brasil, Colombia. Mi alerta despertó cuando escuché que el primer caso de COVID -19, se había registrado en Argentina. La OMS para entonces ya había declarado la Pandemia. El gobierno argentino, ante tal panorama ordenó una especie de cuarentena optativa, una restricción a las actividades públicas, pero nada que no fuera lo predecible, teniendo en cuenta el panorama global. Las noticias seguían siendo hasta cierto punto esperables, en unos días todo pasaría y volveríamos a la normalidad, pensaba. Todo estaría bien. Contrariamente a mis predicciones optimistas, el virus continuó expandiéndose en mi país, y en los países vecinos. Ante el avance inescrupuloso de la Pandemia, el gobierno argentino, decidió dictar el Aislamiento Social Obligatorio. La única medida probadamente eficaz para ralentizar su avance. China ya no estaba tan lejos. El mismo virus se deposita en distintos cuerpos, sin distinción de continentes, un virus acorde al siglo XXI, un virus globalizado o, un virus global.
Mientras escribo estas líneas, el mundo está en cuarentena, paralizado y en vilo. Las economías de los diferentes países empiezan a resentirse. Los líderes del mundo están en jaque. Los Estados desdibujados en las redes de la globalización han empezado a redefinirse cerrando sus fronteras geográficas al ingreso de los extranjeros (lo que ha provocado también un peligroso rebrote xenofóbico, la xenofobia siempre encuentra una excusa de la que valerse). Por los océanos navegan a la deriva, como las naves de los locos, costosísimos cruceros con personas enfermas de diferentes nacionalidades, incluso hay uno de ellos con personas muertas por el virus a bordo, sin que puerto alguno les permita encallar. Un portaaviones de la armada norteamericana lleva cien marinos infectados y pide auxilio a su gobierno. La ciudad de Nueva York aparece desierta y con un hospital montado en el Central Park. Ante la ausencia de humanos, se han visto ciervos cruzando por las calles de Montreal. Los militares patrullan calles de algunos países sudamericanos. Las morgues en Italia, España, Ecuador, no dan abasto. Hay príncipes y primeros ministros infectados. Las bolsas del mundo caen en picada. No se trata de una película apocalíptica.

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