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Foto del escritorElizabeth Arancibia

La educación en las prisiones

Por: Elizabeth Arancibia

Bachiller en derecho por la UNMSM.

Miembro de Iure et Facto.

Graffiti, Wandgemälde, Augsburg, Bayern, Gefängnis, Ausbruch, Knast, Straßenkunst, Wand, Fassade, Malerei

El domingo 4 de abril se llevó a cabo la quinta sesión de nuestro curso de verano “Cárceles y derechos vulnerados”, la cual se enfocó en el problema de la educación en las prisiones y estuvo a cargo del doctor en Ciencias de la educación, Sergio Grossi. Tras una breve introducción realizada por quien escribe, se dio paso a la ponencia del día.


Sergio Grossi, partió con su exposición refiriéndose a las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el Tratamiento de los Reclusos, las cuales indican como objetivos de las penas y medidas privativas de libertad a la protección de la sociedad contra el delito y la reducción de la reincidencia, siendo necesario para ello construir proyectos educativos de carácter formal y otras asistencias complementarias que incluyan el carácter recuperativo moral, espiritual y social, brindando asistencia en la salud y el deporte, mediante un plan individualizado y específico para los reclusos, que cuente con el desarrollo de la educación y el trabajo productivo funcional para el egreso de la prisión, además de garantizar un sistema de justa remuneración para sustentar a los internos y sirva de ayuda a sus familiares.

Otro aspecto importante para el cumplimiento de las leyes internacionales, implica brindar un plan temporal de asesoría jurídica a los internos, asegurar todo tipo de religiones, mantener y mejorar las relaciones de los internos con sus familiares, brindar asistencia material de los espacios físicos, desarrollar proyectos de sensibilización para luchar contra la estigmatización, seleccionar personal que garantice el respeto e influya de manera beneficiosa en los reclusos, mantener una cercanía del internamiento para con el lugar de reinserción social, evitar el hacinamiento, contar con especialistas del área de tratamiento que brinde vigilancia y asistencia social eficaz incluso postpenitenciaria, a fin de ayudar a las personas que se encuentra en estado de calle.


En el contexto italiano, explicó que tan solo el 16% del presupuesto carcelario está destinado al tratamiento, intervenciones y políticas de reintegración, llegándose a contar con un 34% de internos matriculados en programas de estudios, de los cuales solo el 13% aprobaban el año escolar; el 30% de internos se encontraba trabajando, pero en su mayoría desarrollando trabajos pocos profesionalizados. Asimismo, en diferentes regiones de Italia se puede llegar hasta el 140% de hacinamiento, situación que el expositor relaciona con el bajo nivel de aprobación escolar; con lo que se puede ejemplificar como las políticas la austeridad y seguridad que dominan los establecimientos penitenciarios de todo el mundo, evidencian la renuncia a los objetivos de la reinserción que Baratta ya anunciaba en los años 90, como también la crítica de Goffman hacia muchas instituciones totales que funcionan solo como un depósito de individuos, donde se desarrollan prácticas agresivas que conllevan a la construcción de la carrera criminal.


Es por ello que el doctor Grossi, como medida de solución comenzó a pensar en la experiencia de Franco Basalia y el movimiento antiasilo de los años 70 que se vivió en Italia, los cuales cuestionaron las contradicciones estructurales del asilo psiquiátrico, criticando su función integral y llegando incluso a compararla con las prisiones, proponiendo un trabajo sostenido con la sociedad para incluir tanto a las personas con demencia mental, como a los que cometieron delitos. Contribuye además, la propuesta de la literatura abolicionista de Ángela Davis, quien habla de una construcción alternativa para superar las dificultades de las prisiones o de Nils Christie, quien nos llama a pensar en "utopías" concretas que reformulen estos espacios, tornándolos en cumplir con las leyes internacionales, como por ejemplo hoy se tiene en Italia la cárcel Modelo de Bollate, la Isla Prisión de Bastøy en Noruega, la Cárcel-Pueblo de Punta de Rieles en Uruguay, las cuales aplican formas diferentes de integración y educación para las personas condenadas o como la Asociación de Protección y Asistencia a los Convictos (APAC) en Brasil.


Al respecto, el modelo de la APAC en Brasil, es un movimiento que nació como un grupo de voluntarios en los años 70, gestionando directamente la ejecución penal. Con esta iniciativa se construye centros de integración social que prescinde de funcionarios armados, estableciendo la disciplina mediante principios de solidaridad y sinceridad, donde reformulan la relación entre educación y seguridad, pues fomentan la confianza en la persona como base para construir una relación educativa, rompiendo el esquema de división de internos por los delitos cometidos. Fortalece los lazos afectivos familiares, desarrolla la pedagogía de la presencia mediante testimonios de ex internos, visita de escuelas, universidades, voluntarios, ciudadanos y delegaciones internacionales.

Asimismo, la APAC, promueve el discurso de cambio desde la seguridad del castigo a la seguridad de la rehabilitación, planteando que la seguridad de la sociedad solo se puede lograr garantizando los derechos fundamentales de los internos, lo cual evidencia como efectos positivo de este modelo, la reducción de violencia física y el conflicto entre internos, confianza y creencia en la posibilidad de la rehabilitación a través de la profesionalización y reducción de la estigmatización hacia ellos. Sin embargo, Grossi señala que sigue habiendo similitudes de la APAC con la prisión, como lo denota en la prescripción de reglas disciplinarias, la producción de cuerpos dóciles y útiles para el trabajo y no políticamente peligrosos, con problemas para abordar el mercado laboral que los lleva a terminar en el mercado informal.


En ese sentido, el expositor advierte tener en cuenta algunos puntos aún abiertos como viene a ser la selectividad de la pena, tornada en clasismo y racismo, por lo que considera necesario incluir proyectos educativos que respondan a ello, entendiendo la visión del oprimido. Así también los problemas sistémicos como la falta de interés de inversión en políticas de reinserción social.


Finalmente, concluye precisando que las prisiones parecen estar muy lejos de la función de reintegración, con una tendencia a formar criminales y organizaciones de delincuentes. En contraposición a ello, las experiencias de educación de la APAC, representa un posible modelo para repensar la educación como una proyectualidad complexa que sigue las leyes internacionales. Resalta la importancia de considerar la dinámica educativa informal entre los internos, los agentes y la sociedad, combatiendo la estigmatización. Mejorar la inversión para mejorar la condición de vida tanto de los internos como de quienes trabajan con ellos. Abrir las instituciones totales profundizando el conocimiento de lo que ya se tiene avanzado, teniendo en cuenta que la privación de libertad es aún altamente selectiva —clasista y racista— por lo que el proyecto de reintegración debe ser pensado con las garantías de los derechos de todas las personas de la sociedad.

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